Ciencia y sociedad
Las guerras solitarias de los divulgadores de la ciencia en Sudamérica.
Algunos de los profesionales de
la investigación científica quizás pueden sentirse cómodos con los actuales
paradigmas de los criterios de éxito en el avance científico, criterios que se encuentran profundamente arraigados en
los ideales del modernismo y en sus esperanzas en la ciencia como herramienta
del hombre para liberarse de sus
limitaciones.
Sin embargo la misma modalidad
actual del sistema científico traiciona a los ideales del modernismo por ser causa de la separación de la esfera
profesional del hombre de sus facetas ético-políticas y artístico-creativas. Y
eso no solo afecta al científico, sino también a las personas a las que hace difícil el acceso a
los avances científicos, los mismos con los que se relaciona en gran parte su
problemática actual, la cual podría resumirse a la incertidumbre de su futuro
en el planeta por el desmadre de los sistemas económico- productivos
dominantes.
Los resultados de la
investigación científica, en particular los de las ciencias naturales, deberían
deslizarse a la sociedad como el agua entre los pastos, permitiendo su contacto
y absorción en forma continua y natural, de forma que los maestros y profesores
de los diferentes niveles educativos puedan hacer uso de ellos para brindar a
sus alumnos herramientas para comprender las diferentes facetas de la naturaleza y
la relación última de dependencia de la vida humana con respecto a la integridad de los sistemas naturales.
En los países de habla hispana tenemos dificultades adicionales para que el conocimiento que se va construyendo sobre los sistemas naturales llegue a los destinatarios.
La primera dificultad es que el idioma de publicación de los resultados básicos es, en una gran mayoría de los casos, el idioma inglés.
La segunda es que no se han construido puentes efectivos entre los diferentes niveles educativos, pretendiendo remplazar la formación continua de nuestros docentes de educación media y primaria por actividades esporádicas de corto alcance.
La tercera es la curiosa posición de las autoridades educativas que, mientras se mesan los pelos porque los alumnos no están preparados ni para entrar a las universidades, ni para ganarse la vida con oficios, disminuyen constantemente la carga horaria destinada a prepararlos.
La cuarta es el remplazo del estudio de
los objetos de la naturaleza y la observación de su complejidad por esquemas y
conceptos que pueden ser muy valiosos para los especialistas, pero que no
significan nada para quienes reciben su educación entre paredes de cemento y sus alimentos envueltos en plástico. Esto
último desconoce una característica básica del conocimiento, el que debe ser una aventura personal entre lo que es el
objeto del interés y la persona que obtiene el conocimiento.
Como individuo hay poco que se
pueda hacer frente a las inconsistencias de los sistemas científicos y
educativos, los cuales por un lado nos piden pensar en cuanto a la sociedad a
nuestro alrededor, pero no vacilan en adoptar métodos de evaluación de nuestra
labor que han sido dictados en los centros del poder económico y están
dirigidos a que los sistemas de investigación de todos los países del mundo
aporten al mantenimiento del oligopolio de las grandes editoriales comerciales
internacionales, sin hablar de la absorción de nuestros estudiantes mejor
formados por parte de los países centrales.
Pero también como individuo se
pueden realizar algunas acciones que pueden mitigar las consecuencias de la
suicida actitud de los gestores que dirigen a la ciencia en muchos países en
igual situación que el nuestro. Una de estas consecuencias es el descuido en la
construcción de los mecanismos para que nuestros docentes de la educación
general y media cuenten con los elementos para su propia actualización en
ciencias.
Otro grupo con quienes hay que
trabajar es el de los responsables de los medios de comunicación, para que
tomen la responsabilidad que les cabe en la difusión de la actividad científica
en el país, no buscando el exitismo pasajero de un descubrimiento, sino
ayudando a que la sociedad medite sobre los temas que se deben investigar y
porqué, para incentivar la participación ciudadana en temas éticos y
ambientales y para que los representantes de la ciudadanía en todos los niveles
puedan capacitarse en los enfoques científicos de las problemáticas de las
comunidades que representan.
Un tema preocupante es que las
políticas globalizantes que se han apoderado del planeta desde los años 80 del
siglo pasado y se mantienen muy firmes en sus métodos, ha obligado a que la producción
científica que no se encuentre publicada en idioma inglés no sea apreciada por los sistemas científicos
oficiales de los diferentes países. Esto ha causado un vaciamiento de la
literatura en los demás idiomas que determina grandes dificultades al momento
de dictar cursos a profesionales no especialistas, gestores ambientales, docentes,
comunicadores sociales y demás profesionales que deberían ser el nexo de
conocimiento desde los especialistas a la sociedad.
La acción más inmediata para mitigar este estado de cosas en nuestro país es la elaboración de textos de síntesis en castellano referidos a los diferentes temas de nuestras respectivas especialidades. Esto es fácil de decir y difícil de hacer.
Muchas veces se ha
optado por la traducción de textos en
otros idiomas, lo que no sería una mala solución en la química o la matemática,
pero no es la mejor en las ciencias
biológicas y en las sociales, donde no se puede alentar la vocación del estudio
con ejemplos foráneos, en vez de analizar, en el contexto de las teorías, lo
que la experiencia inmediata pone a nuestro alcance para poner a prueba su
universalidad.
Estas reflexiones un poco desesperadas son de alguien que siente que la brecha entre la producción de conocimiento y su llegada a quienes debe llegar es cada vez más grande.